Volar:
Me asomé al borde con curiosidad mientras mis hermanos gritaban hambrientos esperando a mi madre.Yo no podía esperar más y salté. A treinta centímetros del suelo descubrí para que servían mis alas, ahora recubiertas de plumas.Todo lo alcanzable:
Sin sueño nunca he podido dormir, aunque casi siempre tengo sueño. Sueño dormido cosas reales y sueño despierto todo lo alcanzable, tan tangible que no atino a saber si tengo los ojos abiertos o si estoy roncando; en medio de toda esta confusión sigo soñando con soñar que alcanzo esos sueños que para todos son sencillos y para mi son todo mi mundo entero.El odio:

Poco tiempo:
Ella sabrá lo que hace si quiere dejar los estudios. Ya es mayorcita y yo estoy cansado de recordarle que quedan pocos días para que finalice el plazo de inscripción.Hoy, cuando le he dado los papeles de la matrícula, con los ojos vidriosos me ha dicho que esta vez no le dará tiempo a terminar su doceava licenciatura.
Un minuto después me he dado cuenta de que algo no iba bien.
El verano cantando:
Se pasó todo el verano cantando, con otros insectos amigos, saltaba de una planta a otra y viajaba por los campos siempre en compañía de su amor, la princesa de las abejas.El verano tocaba a su fin y las hormigas se burlaban de él, pero el saltamontes ahora sabía que había merecido la pena, además, tenía pensado un plan para robarle a las hormigas gran parte de su cosecha veraniega.
Crisis:
Mi jefe dice que hay que aguantar como sea unos meses, que no hay trabajo.Mis vecinos dicen que este año no pueden irse a Punta Cana de vacaciones.
Unos conocidos no pueden casarse este año, porque no pueden hacerse cargo de todos los gastos de la boda.
Desde hace años, en mi calle duerme cada noche una pareja de novios, ella estuvo encinta y dió al bebé en adopción, el no consigue salir de su infierno...dicen que están pasando un bache, una mala época.
Trocitos de algo bueno:
Decidí no usar el ascensor y subir por las escaleras hasta el segundo piso del edificio amarillento. No era precisamente por la práctica, que tenía abandonada, de la gimnasia, si no para dar tiempo a mis zapatillas a escurrir el agua de los charcos de sus suelas. Aquel era un día normal: rutina, rutina y más rutina. Y, mientras elegía la llave adecuada y la introducía en la cerradura de la puerta, un olor fabricó un rugido leve en mi estómago. Al abrir la puerta allí estaba ella, con una sonrisa enorme y una bandeja caliente de madalenas recien hechas
Me han encantado tus microrelatos!!!
ResponderEliminarTienes más?
Supongo que Carlos nos cautivará próximanete con nuevos microrelatos.
EliminarFantástico!!! simplemente.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
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